11 agosto, 2011

El oro de Bizancio en Italia.

San Vitale: el tesoro de Rávena.
Basílica de San Vitale (interior). Ravenna. Italia
Esta bella basílica, el más esplendoroso ejemplo del arte bizantino en Italia, fue comenzada en el año 526 por encargo del obispo Ecclesio y finalizada en el 547 durante el obispado de Maximiano, después de la conquista de Rávena por el emperador Justiniano. La iglesia se levantó en el lugar del martirio de San Vitale (San Vital, o San Vidal), tal como ocurría con las primeras basílicas levantadas en Roma, luego que finalizaran las persecuciones y a partir de que el emperador Constantino se convirtiera al cristianismo. Aquellas primeras iglesias de Roma (arte Paleocristiano o basilical) se apropiaron de modelos arquitectónicos ya existentes, a los cuales, con pequeñas modificaciones edilicias, añadieron nuevas funciones. Así comenzaron dos corrientes arquitectónicas diferentes para las construcciones cristianas, originadas en sendos edificios de raíz romana: 
1. La planta basilical (tomando como modelo la basílica romana) de forma rectangular y con 3 ó 5 naves separadas por columnas.
2. La planta circular u octogonal, que toma como modelo el panteón romano. 
Planta basilical o de cruz latina.
Planta octogonal o centralizada.



En el caso de la basílica romana, a ésta se le agregó una nave transversal (el transepto) colocando el altar en el crucero (donde se cruza con la nave principal), el ábside semicircular (detrás del altar) y el nártex o atrio (a la entrada). Se originó así la planta basilical o de cruz latina.

En cuanto a la planta circular inspirada en el panteón romano y los mausoleos, fue el modelo adoptado para los bautisterios, es decir, los ámbitos en los cuales se realizaba la ceremonia del bautismo a los que se iniciaban en la nueva religión. Siguiendo la tradición evangélica de inmersión para la purificación, la ceremonia necesitaba de una gran fuente o piscina, en la cual eran sumergidos los aspirantes a ser  iniciados en la nueva fe. El bautisterio era un edificio separado de la basílica, al menos en los comienzos. 
Salvo algunos casos (como la basílica de Santa Constanza en Roma),  la mayoría de las nuevas iglesias respetaban el modelo de planta basilical, y los bautisterios la planta circular u octogonal.

En el Oriente bizantino, mientras tanto, se impuso otro modelo de planta para la mayoría de las iglesias: la planta de cruz griega centralizada:

Planta de cruz griega centralizada.
En estos casos, el edificio constaba de dos naves de igual largo que se cruzaban, coronadas por una ó 5 cúpulas. 


En todos estos casos, el espacio creado (sagrado) posee una unidad derivada de su misma estructura: en la basílica, desde que se entra el creyente está siendo "direccionado", llevado hacia el lugar más sagrado de la iglesia: el altar. En el bautisterio, la forma concentra hacia el lugar de la ceremonia: la pila bautismal,  en el centro de la planta, circular u octogonal.
Pero la basílica de San Vital rompe con esa unidad percibida y buscada en las iglesias  tradicionales.
Planta de la basílica de San Vitale.


Si se observa el esquema, la forma de la planta es octogonal (tal como puede verse también desde el exterior. Ver foto más abajo ) pero en el interior, el espacio unitario se rompe, se disgrega. Para empezar, entrando desde el nártex (ubicado en forma desplazada en relación con eje de la planta) hacia el centro de la iglesia, se tiene del espacio una visión disgregada, ya que alrededor de ese centro una serie de exedras perforan el espacio del cilindro central, tanto en la planta baja como en el primer piso o galería (también llamada matroneo o gineceo, porque era el lugar en el que se ubicaban las mujeres). La zona central es la más iluminada, ya que recibe luz de las ventanas del tambor de la cúpula, pero también la que proviene de los deambulatorios y pasa a través de las exedras. Sin embargo, esa misma luz se transforma en protagonista por el efecto disgregador que produce: la luz de las ventanas de alabastro es tamizada y adquiere tintes dorados, y en el interior esa luz descubre los mármoles del revestimiento, mientras rebota y se multiplica en el colorido y el oro de los mosaicos. La vista es llevada hacia todos lados, atraída y confundida por esos espacios difusos, y por la variedad de mármoles de colores, pero sobre todo, por la exaltación visual que producen los mosaicos. La percepción del espacio se hace confusa: los "muros" se transforman en algo inmaterial.
Vista aérea exterior de la basílica de San Vitale. Ravenna.
Los mosaicos de San Vitale representan uno de los más bellos ejemplos de la aplicación de esta técnica milenaria. Primeramente los griegos helenísticos nos dejaron el mosaico que representa al emperador Alejandro, en la Batalla de Issos, luego los romanos llevaron el uso de la técnica a todo tipo de edificios y a todos los confines del imperio. También los primeros cristianos la utilizaron en las primitivas basílicas y finalmente, en el Imperio Bizantino, los mosaicos reinaron casi sin interrupciones hasta el siglo XV, momento en que los turcos otomanos tomaron Constantiopla en forma definitiva y se dio por terminado el Imperio Romano de Oriente. La única interrupción la constituyeron las "guerras iconoclastas", que durante los siglos VIII y IX impidieron el uso de las imágenes.
La técnica del mosaico consiste en la aplicación de pequeñas teselas de materiales varios (en especial, cerámicos o piedras) para formar motivos abstractos o concretos: geométricos, florales, animales, naturalezas muertas, paisajes y por supuesto, escenas de carácter mitológico o religioso, bíblico o evangélico, según la época, pero además, en el caso del arte cristiano, utilizando símbolos y signos. Según los estilos utilizados y la calidad de la factura, pueden encontrarse desde ejemplos sencillos hasta elaboradísimas composiciones. Son muy famosos, por ejemplo, los mosaicos del emperador Adriano en su Villa de Tívoli, o los encontrados en las sepultadas ciudades de Pompeya y Herculano. Pero también se encuentran ejemplos extraordinarios en las numerosas iglesias del Imperio Bizantino, a lo largo de todas las ciudades que integraron el imperio de Oriente. En Italia, tanto en Roma como en otras ciudades, son numerosos y muy valiosos los ejemplos de mosaicos paleocristianos que todavía pueden apreciarse, pero los más importantes, tanto por la cantidad que se concentra en ella como por la calidad, son los mosaicos de la ciudad de Rávena. Siendo una ciudad relativamente pequeña, es tal vez la que atesora la mayor cantidad de edificios religiosos con ejemplos de mosaicos: el mausoleo de Gala Placidia, las basílicas de San Apolinar Nuevo y de San Apolinar en Classe, el bautisterio de los Arrianos y el de los Ortodoxos, la iglesia de San Andrés, pero sin dudarlo la más importante de todas por el despliegue mosaístico es la basílica de San Vitale.

San Vitale: su programa iconográfico.

La ubicación de escenas y personajes no es arbitraria, y mucho menos espontánea. Existe un verdadero programa iconográfico que despliega figuras, símbolos y escenas con un criterio definido.
Esquema de plan iconográfico.
Presbiterio, altar y ábside.



















Pueden verse revestimientos de mosaicos en casi todas las superficies: paredes, arcos, intradós, lunetas, bóvedas, cúpulas... Sin embargo, y dado que el presbiterio y el ábside (la zona que rodea el altar y la zona cóncava detrás del mismo) son lo más importantes, éstas serán las zonas jerarquizadas con la aplicación de un estricto programa iconográfico. Las iglesias cristianas orientan su altar y el ábside hacia el Este, el lugar desde donde sale el sol. Al mismo tiempo, y como pasa en tantas otras culturas, el templo es el lugar sagrado, pero luego de la transición entre el espacio profano y el sagrado que implica el nártex (ver esquema de la planta, más arriba) el creyente es llevado gradualmente hacia el lugar más sagrado del templo: el altar. En muchas iglesias cristianas primitivas, en el mismo lugar se ubican además las reliquias del santo-mártir al cual la iglesia está dedicada. Tal es el caso también de San Vital.
En el caso del programa de imágenes, hay una secuencia que va de lo terrenal a lo divino. Las figuras de personajes que están vivos (en ése momento) se ubican más cerca de la tierra. En un plano intermedio, las figuras terrenales bíblicas que prefiguran el Nuevo Testamento o pertenecen a él. Y en las zonas más elevadas, aquellas imágenes del tema cristológico: representaciones de Cristo en diferentes modalidades.
(Ver esquema):
(1) Intradós (arco de acceso):
Intradós del arco de acceso.
Arco de acceso al presbiterio.




En la clave (A) la figura de Cristo, y a ambos lados, medallones con las figuras de los apóstoles: 6 de cada lado. Al final de cada hilera hay 2 medallones con las figuras de santos locales: Gervasio y Protasio (B).
San Gervasio.

Cristo de la clave.
El Cristo de la clave (A) responde a la tipología del Cristo sirio, es decir, con cabello oscuro, largo y con barba. A la izquierda, medallón con Gervasio.

(4) En las lunetas, en la pared izquierda, "La hospitalidad de Abrahám".
Interior del presbiterio: pared izquierda y detalle de la luneta.
El mosaico está realizado en lo que se conoce como "estilo narrativo", es decir, se muestra una escena en la que ocurre algo. En realidad, y como pasa tantas veces en el arte cristiano (incluso hasta en el 1º Renacimiento), se trata de varias escenas juntas con un mismo protagonista, en tiempos diferentes. Así a la izquierda vemos a Abrahám mientras ofrece comida a sus invitados (3 ángeles enviados por Dios). Éstos ángeles han venido a anunciar el nacimiento de su hijo Isaac, cuya madre Sarah, está asomando por la puerta,  y a la derecha el momento en el que Abrahám está a punto sacrificar a su hijo Isaac por pedido de Dios, pero éste detiene su mano que porta el cuchillo. Tal como ocurre con la escena que la enfrenta (en la otra luneta) el tema es "el sacrificio", mostrando escenas del Antiguo Testamento que prenuncian el sacrificio de Cristo en el Nuevo Testamento, así como el sacrificio de la Eucaristía que se celebra en el altar. El tratamiento de la escena tiende a un naturalismo primitivo: cierto volumen, algo de profundidad espacial, intención de dar volumen y ubicación espacial a los cuerpos, la mesa con perspectiva invertida. El toque de sacralidad la dan las 3 aureolas doradas y planas de los ángeles y por supuesto, la mano de Dios asomando entre las nubes.
Ángeles que portan la cruz.
Por encima de ambas lunetas, dos ángeles enfrentados portan la cruz en un medallón, a la manera de las Victorias aladas griegas en el los arcos de triunfo. La figura de la Victoria alada se ha resignificado en la simbología cristiana como ángel. A los lados de ambos ángeles, se encuentran Jeremías y Moisés. Y arriba, a los lados del balconcito, dos evangelistas y sus símbolos: San Juan con el águila a la izquierda y San Lucas con un toro, a la derecha.
San Juan.
San Lucas.




















En la luneta de enfrente, otra escena que prefigura la Redención: "El sacrificio de Abel y el de Melquisedec":
Sacrificio de Abel y de Melquisedec.
Abel como el rústico hijo de Eva, ofrece a Dios un cordero, y Melquisedec hace su sacrificio como 1º  sacerdote. En medio de ambos la mesa del altar, y encima asomando entre las nubes, la mano de Dios. También aquí el estilo tiene influencias clásicas, y por lo tanto, de intenciones naturalistas. A ambos lados de esta escena se encuentran Moisés e Isaac, y arriba, a los lados del balcón, los evangelistas Mateo (con el toro) y Marcos (con el león) con sus símbolos.

(5) En la semicúpula del ábside, detrás del altar, "Cristo entronizado con ángeles y santos".
Cristo entronizado con ángeles y santos.
Aquí ya no se trata de una escena, sino de una presentación, un conjunto significativo de personajes de los cuales el más importante es Cristo entronizado en majestad (la maiestas), pero no sobre un trono sino sobre el mundo, el cosmos. Está flanqueado por dos ángeles, y en los extremos, a la derecha el obispo Ecclesius (con aureola cuadrada, ya que estaba vivo al momento de la consagración del ábside) constructor de la iglesia de San Vitale, que entrega a Cristo una maqueta de la misma como símbolo de su sacralidad. Y a la izquierda, el mismo San Vitale que entrega a Cristo un manto, a la vez que recibe de ÉL la corona que simboliza el martirio. En la otra mano, Cristo lleva el libro de los sellos cerrado, ya que será abierto en el Apocalipsis (la 2ª venida). Debajo del mundo, surgen los cuatro ríos como símbolo del Paraíso terrenal.
Se trata de un conjunto más hierático, más solemne y de mayor espiritualidad que los anteriores,  y por lo tanto más alejado del naturalismo. La tipología del Cristo está a medio camino entre el clasicismo y el estilo orientalizante, ya que aparece como un joven sin barba pero de cabello oscuro como el Cristo sirio. En la base, algunos rudimentos de paisaje como son el césped y las flores. Enfatizando el sentido sagrado, el fondo que hace las veces de cielo, es de oro, con el sentido irreal y simbólico que le da el brillo dorado.
Bóveda del presbiterio con el Cordero Mïstico.
 Como techo del presbiterio y sobre la tumba del santo y el altar (el lugar más importante de la iglesia), se encuentra la bóveda cuatripartita (2) que tiene, como motivo central, el Cordero Místico, Cristo representado como el cordero del sacrificio.
El Cordero Místico. Detalle.
Sobre un fondo azul profundo con estrellas, el cordero realizado en estilo naturalista (volumen, sombreado, ubicación espacial) es Cristo, por eso la aureola de oro que señala su sacralidad. El aro que lo encierra, a la manera de los medallones clásicos, está formado por guirnaldas con hojas y frutos, símbolos de la vida.
En cada uno de los paños de la bóveda, un ángel eleva sus brazos hacia el cordero místico, mientras apoya sus pies en la esfera celeste. Como fondo, mosaicos verdeazulados en dos de los paños, y dorados en los otros dos, con formas florales y vegetales. Ésa bóveda simboliza el Cielo, no como espacio físico sino como concepto religioso y espiritual.

En las paredes ubicadas a ambos lados del altar (3), se encuentran los que son, tal vez, los frisos de mosaicos más famosos de toda Rávena: los que representan al Emperador Justiniano con su séquito y la emperatriz Teodora con el suyo.
Emperador Justiniano y su séquito.
Emperatriz Teodora y su séquito.
La presencia de ambos dignatarios en un lugar tan próximo al altar tiene su razón de ser: la concepción bizantina del poder, esto es, el emperador concentra en sí tanto el poder político como el religioso (cesaropapismo) y de esa misma condición se deriva el tratamiento de las formas. En ambos conjuntos las figuras son hieráticas, solemnes, y es donde mejor puede apreciarse lo que puede denominarse "estilo icónico". Junto con el estilo de influencia clásico-helenística y el narrativo, forman los 3 tipos de tratamiento de los mosaicos que se dan en Rávena. Ambas composiciones concentran, simbólicamente, la presencia del poder, terrenal y espiritual de Bizancio en el exarcado de Rávena.
Aquí las figuras son planas, rígidas, inexpresivas, frontales y severamente compuestas. Casi no hay indicadores de presencia natural, salvo algunos objetos (como el cortinado y la fuente) y el lujo de las vestimentas y tocados, en especial las de ambos emperadores. Obsérvese además cómo ambos aparecen aureolados de oro, indicando de esta manera su carácter de personas sagradas. Ambos emperadores sostienen objetos de culto: ella un cáliz y él una patena, elementos pertenecientes a la liturgia de la Eucaristía. Justiniano aparece flanqueado por funcionarios civiles, eclesiásticos y militares. A su derecha, el famoso general Belisario, y junto a él, el obispo Maximino, que estaba en Rávena al momento de consagrarse la basílica. Teodora se muestra acompañada por funcionarios y damas de la corte bizantina. Además de la riqueza en el colorido y el abigarramiento de la decoración en las vestimentas, el fondo en ambos conjuntos es rigurosamente dorado, tal como indica un tratamiento más conceptual que real, más sagrado que natural, correspondiente a la jerarquía de los personajes.
Justiniano.
Emperatriz Teodora.




















Es tal vez en los rostros donde más se percibe el hieratismo y la abstracción espiritual: la falta de expresión, las cejas juntas, los labios rígidos, ojos muy destacados de mirada absorta, típica del "rostro bizantino" o icónico, alejado de lo natural y símbolo de la inspiración divina.

Podría resumirse el análisis diciendo que, el refinado estilo mosaístico se desarrolla desde lo narrativo y decorativo en el presbiterio, hasta lo áulico y bizantinizante en el ábside; y en cuanto a lo iconográfico, desde la narración de escenas humanas hasta la presentación de la imagen divina e imperial. El estilo se pone al servicio en cada caso, recurriendo a la influencia helenística en el comienzo para ir haciéndose cada vez más abstracto e icónico en la zona más sagrada.
                              
Mármoles en el deambulatorio.
Capitel bizantino en San Vitale.


La riqueza de los mosaicos llenos de colorido y embellecidos por el oro, se complementa con los revestimientos de mármol, las decoraciones estucadas y los originales capiteles. El arte bizantino creó un tipo de capitel muy diferente a los heredados de la arquitectura griega, los órdenes dórico, jónico y corintio y sus variaciones latinas. El arte paleocristiano reutilizó dichos modelos, ya que no hubo verdadera creación de un estilo arquitectónico hasta la llegada del Arte Románico, en el siglo XI. Sin embargo, los capiteles bizantinos marcan una inflexión original en cuanto a las formas. A diferencia de los capiteles clásicos en los que las formas "salen", aquí la superficie está horadada, perforada, logrando el efecto de "calado". En la parte superior (como se ve en la imagen) en relieve muy plano, aparecen imágenes simbólicas, y en el cuerpo principal, las formas son decorativas.
En cuanto a los revestimientos de mármol, éstos cubren las superficies que no están decoradas con mosaicos, y contribuyen a magnificar el brillo y el esplendor de todo el espacio interior. Enmarcando contornos de lunetas, medallones, bordes y cualquier delimitación de espacios y formas, aparecen guardas coloridas y de variadas formas: geométricas, florales e incluso formas que imitan las piedras preciosas, como en el caso de los mosaicos de Justiniano y Teodora.

San Vitale no es sólo una reliquia del pasado. Es más que nada la presencia del brillo y la magnificencia  de un imperio oriental que ya no existe, pero que aún se percibe exultante de belleza transformada en símbolo, del poder y de Dios.
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