Cuenta una historia que hace mucho, mucho tiempo, vivía en la China un rey que necesitaba que alguien le dibujara un gallo. No se sabe muy bien por qué, pero la imagen de ese gallo debía tener una importancia vital para el rey, y por lo tanto tenía que estar muy bien dibujado. Alguien le informó que existía un artista con mucho talento, que con seguridad podría solucionarle el problema. Y hacia su taller se dirigió el rey con todo y cortejo. Hizo su importante pedido al artista y luego se retiró otra vez a su palacio.
Como el tiempo pasaba y el artista no daba señales de haber dibujado el dichoso gallo, el rey se impacientó. No aguantó más la espera y se dirigió nuevamente al taller de aquél a quien había realizado tan trascendental encargo. Cuando llegó, con cara de no querer esperar más, recriminó muy duramente al artista que no había cumplido su pedido. Entonces el susodicho, tomó una hoja de papel, tomó pincel y tinta y con unos pocos trazos dibujó un gallo perfecto. El rey en un primer momento se maravilló, pero luego, recordando su larga espera, se puso furioso, ya que el hombre en apenas unos instantes había dibujado la imagen que él con tanta ansiedad había esperado. Entonces el artista, sin inmutarse, abrió un enorme armario... y de él cayeron como en catarata miles de dibujos con la imagen de un gallo!...
Tal vez la historia no sea más que una invención, pero podría ser la de todos aquellos que saben por experiencia que los buenos trabajos, sean artísticos o de cualquier índole, no pueden hacerse en un abrir y cerrar de ojos. Que requieren tiempo y esfuerzo, ensayos y correcciones, críticas y observaciones. Y quizás, el pedido de alguien!
¿Cómo llegó Picasso a esta síntesis absoluta de la imagen de un toro? Seguramente luego de haber dibujado cientos de toros.
¿De dónde proviene la idea de que el artista necesita inspiración, que vive solitario en su taller y que en las noches suplica la visita de las musas para que lo auxilien en su creación? ¿De dónde salen las imágenes que pinta, de sus sueños, de su fantasía, de su imaginación?
En las respuestas a estas preguntas están implicadas distintas áreas del conocimiento humano, y han sido objeto de interés de muchas generaciones. La filosofía, la religión, la mitología, la psicología, la teoría del arte, han dado a lo largo de la historia del hombre las respuestas que cada una era capaz de dar, a través de aquellos que profundizaron en ellas.
Para la mitología griega, por ejemplo, las musas eran nueve diosas, hijas de Zeus, que presidían las artes y las ciencias y que según ellos creían, inspiraban a poetas, artistas, filósofos y músicos. Estaban personificadas como todas las deidades griegas, y el arte muchas veces las representó en historias ambientadas en el Parnaso o en sus relaciones con los mortales. Sin embargo, la idea del artista individual, la idea del genio, no era patrimonio del pensamiento griego. El hombre dedicado al arte era en Grecia un artesano, alguien que trabajaba con sus manos y que conocía su técnica a la perfección. Que ponía su saber y su talento al servicio de la comunidad y del estado, quien a su vez le encargaba las obras que necesitaba.
En los comienzos del Renacimiento, durante el siglo XV, también el artista era un artesano. Iniciaba su trayectoria en el taller de otro artista, ya reconocido, y desde allí perfeccionaba su arte y adquiría conocimientos para concretar los encargos que los mecenas, los príncipes o la Iglesia le realizaban.
Recién en el siglo XVI, cuando un mayor individualismo se apodera de la sociedad occidental, comienza el artista a ser visto como alguien que es capaz de grandes realizaciones, que se diferencia del resto de los mortales por sus dotes especiales y que merece admiración, respeto, recompensas materiales y honores. Giorgio Vasari en su obra “Vida de los más célebres pintores, escultores y arquitectos”, un testimonio invalorable del pensamiento de su época, nos cuenta sobre Leonardo:
“Los cielos suelen derramar sus más ricos dones sobre los seres humanos _ muchas veces naturalmente, y acaso sobrenaturalmente _ pero, con pródiga abundancia suelen otorgar a un solo individuo belleza, gracia e ingenio, de suerte que, haga lo que haga, toda acción suya es tan divina, que deja atrás a los demás hombres, lo cual demuestra claramente que obra por un don de Dios y no por adquisición de arte humano”.
Este pensamiento no era exclusivo de Vasari, era la forma en que sus contemporáneos veían a Leonardo da Vinci, y otro tanto podría decirse acerca de cómo eran considerados Rafael o Miguel Ángel.
La idea del artista (músico, poeta, científico,) genial, el creador solitario e inspirado, es también patrimonio del pensamiento romántico. A partir del siglo XVIII pero sobre todo en el siglo XIX, el espíritu romántico comenzó a sobrevolar todo el mundo artístico e intelectual. Las ideas de Rousseau propugnaban el culto al individuo y celebraban la libertad del espíritu humano. “Siento antes de pensar”, decía Rousseau, y ése era el tono que predominaba en la poesía, la literatura, las artes plásticas, la música. La idea de la libertad humana estaba relacionada con la naturaleza, una naturaleza “ideal” donde el hombre incontaminado por la civilización (el “buen salvaje”) era el modelo al cual volver frente una cultura corrompida, agobiante, y frente al racionalismo imperante. En ese universo romántico también estaba presente lo sobrenatural, junto con la fantasía, los mundos oníricos y las pesadillas. Es muy significativa la imagen del pintor español Francisco de Goya que representa las pesadillas que produce la razón. Realizó una serie de grabados conocida como los “Caprichos”, un trabajo donde el pintor se revela muy crítico con la sociedad de su tiempo y muestra sus fantasmas.
"El sueño de la razón produce monstruos". Francisco de Goya.
Sin embargo, los caminos de la creación artística no parten sólo de la imaginación del artista, o al menos, no es ésa la única fuente de donde toma elementos para su obra. Los temas, los motivos que aparecen representados muchas veces son inspirados por la poesía, por la literatura, por la vida real o incluso por las obras de otros artistas. Otras veces esos temas y motivos son producto del “encargo” de algún mecenas, o de alguna institución que, con seguridad, dará precisiones sobre las características del trabajo solicitado, como el dibujo del gallo de nuestra historia.
Si consideramos a Goya como uno de los precursores del romanticismo, tanto por los temas de algunos de sus cuadros como por el tratamiento expresivo y anticonvencional de los mismos (recordemos su serie de pintura negra, o “Los fusilamientos del 3 de mayo”, por ejemplo), no debemos olvidar que durante muchos años fue pintor en la corte de Carlos IV, donde realizó importantísimas obras que inmortalizaron no solamente la imagen del rey sino de toda su familia (“Familia real de Carlos IV”). Ser pintor de corte, es decir, trabajar para el rey y en el palacio era un honor y una aspiración para muchos artistas. En siglos anteriores, también para la corona, habían trabajado Velázquez, van Dyck y Rubens. Todos ellos desarrollaron su talento para construir la imagen de los señores para quienes trabajaban . Sin embargo, nadie podría hoy cuestionar el valor artístico de sus obras. Cada uno de ellos, aún trabajando por encargo y con temas prefijados, fue capaz de innovar y de producir con enorme creatividad.
Cuando el papa Julio II encargó a Miguel Ángel que pintara la bóveda de la Capilla Sixtina, conocía sus cualidades artísticas. Sin embargo Miguel Ángel se resistía. Su principal campo de acción era la escultura y por lo tanto encarar una empresa pictórica tan inmensa podía resultar una tarea imposible. Fue tal vez la obra donde con mayor maestría se pudieron aunar un trabajo a pedido y una creación genial.
¿Por dónde pasarán entonces la creatividad o la inspiración?
Se sabe que Miguel Ángel trabajaba de manera incansable, casi solo, y hasta los 84 años cuando murió, estuvo dedicado a su arte. La escultura llamada Piedad Rondanini que se encuentra en el Castillo Sforza, en Milán, quedó inacabada. En ella trabajaba cuando sus días terminaron. Respecto de Leonardo, el mismo Vasari que nos habla de “don divino”, y... “talento sobrenatural”, nos dice en la misma obra que “Todos los días hacía modelos y proyectos”... o... “Pasó mucho tiempo dibujando metódicamente...”. Pero mejor aún es leer al mismo Leonardo acerca de cómo debe trabajar un pintor:
“Afirmo, e insisto en ello, que es preferible dibujar acompañado, y no en soledad, según razones diversas: la primera es que, si tus conocimientos no bastan, te avergonzarás de que te vean los dibujantes, y una vergüenza de este tipo estimula el estudio. En segundo término, debido a que la sana envidia hará que desees contarte entre aquellos que reciben mayores alabanzas que tú, y que tales alabanzas han de aguijonearte. Finalmente, debido a que podrás aprender de aquellos que están más aventajados que tú; y en caso de ser tú mejor que los otros, obtendrías provecho evitando sus errores y las alabanzas ajenas aumentarían tu virtud”.
¡Qué lejos están estas palabras de la idea del genio solitario y de la inspiración divina! ¡Cómo se humaniza la figura de Leonardo! De sus palabras podemos tomar en cambio otras ideas:
- La mirada de los otros (dibujantes) puede servir de crítica constructiva.
- Debemos aumentar nuestros conocimientos para no “pasar vergüenza”.
- La envidia sana y el afán de emulación, estimulan el aprendizaje.
- Es positivo aprender de los que saben más que uno.
- Es bueno aprender evitando los errores de los otros.
Con relación a la creatividad, en esta época parece patrimonio exclusivo de la publicidad. Para Marshall Mc Luhan , la publicidad es la mayor forma artística del siglo XX. Hoy los publicistas son vistos como los “creativos” y se ha transformado el adjetivo en sustantivo. En una sociedad de consumo como la nuestra, donde lo más importante es vender y comprar, la creatividad es aplicada en crear necesidades que impulsen a los consumidores a concretar sus deseos. Así como durante mucho tiempo distintas ciencias se ocuparon de encontrar respuestas a los interrogantes sobre las formas de creación, las motivaciones, las percepciones, etc., también hoy muchas ciencias (la psicología, la sociología, la semiología, la estadística, por ejemplo) hacen sus aportes al campo de la publicidad.
Pero la creatividad, es decir, el camino hacia la creación (artística, poética, musical, literaria...) no tiene una única dirección. Justamente el hallazgo de una respuesta o una solución se transforma en creativa cuando es original, distinta. Y esto por lo general ocurre cuando los caminos transitados para encontrarla no son los habituales. Muchos pensadores han estudiado este proceso de la mente que busca soluciones o ideas originales y concuerdan en que se trata de dos tipos de pensamiento:
- El pensamiento convergente: se trata del pensamiento lógico, el que transita el camino esperado, ordenado, y que llega a soluciones previsibles, como los algoritmos.
- El pensamiento divergente: transita por un camino de múltiples direcciones, no es ordenado sino aleatorio, es flexible. Es el pensamiento intuitivo.
No hay un único tipo de inteligencia ni tampoco una sola creatividad. Por la misma razón tampoco puede haber un solo estilo creativo. Según la frase de Deng Xiaoping, “No importa si el gato es blanco o negro siempre que se coma los ratones”. Debemos encontrar el camino que es más apropiado para nosotros.
Según algunos estudiosos de la mente humana hay determinados momentos de la jornada en que la mente encuentra un resquicio por donde manifestarse con más libertad. Lo he experimentado personalmente unos instantes antes de entrar en el sueño y también unos instantes previos a despertar completamente. Había tratado durante la vigilia de encontrar la solución a un problema que parecía imposible, con la consiguiente preocupación que genera una situación semejante. Pues bien, en esos momentos señalados antes, como una revelación, apareció desde mi mente la solución al problema. En otros casos, se trató de una idea original pero sobre todo efectiva respecto de cómo encarar algún trabajo, o redondear una idea. Parece ser que durante la vigilia, todas las cuestiones que nos rodean ocupan nuestra conciencia y obstruyen el normal fluir de las ideas. En esos instantes previos o posteriores al sueño pero cercanos a la plena conciencia, la mente está como “relajada”, descansada, menos presionada, y por lo tanto es capaz de trabajar con mayor efectividad. Estos estudiosos llaman a ese estado de la mente “estado Alfa”, y consideran que puede alcanzarse de manera deliberada, si se tiene suficiente entrenamiento. En una carta que escribió a un amigo, Beethoven le contó cómo había concebido un canon mientras dormitaba en un carruaje:
“No bien desperté, el canon se desvaneció de mi mente y no pude recordar nada de él. Al día siguiente, viajando en el mismo carruaje, el canon volvió a pasar por mi mente y entonces no demoré en escribirlo”.
De todas formas, creemos que los caminos de la creatividad van a estar además ligados al trabajo y al esfuerzo, con nuestra mano, con nuestra pluma, con nuestra mente o con nuestro teclado de la PC. No puede haber más excusas. El “hoy no estoy inspirado” ya no cuenta. En todo caso, como una vez dijo Freud
“Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro, a la mitad del camino”.
(Maria Rosa Diaz. "Mirar y ver: reflexiones sobre el arte". Editorial De los Cuatro Vientos. Buenos Aires. 2005)
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Bibliografía consultada:
- Leonardo da Vinci: Tratado de la pintura.
- Giorgio Vasari: Vida de los más célebres pintores, escultores y arquitectos.
- Orlando Aprile: La publicidad estratégica.
- Revista Descubrir el arte, N° 11, enero del 2000.
- Enciclopedia Multimedia Encarta 2000, de Microsoft.
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